“No hay nada imposible para aquel que lo intenta” – Alejandro Magno
Siguiendo con la serie, la vez pasada escribí sobre Napoleón y el siempre seguir el plan en nuestra acción diaria. En esta ocasión trataré de introducirme más en esta idea tomando como ejemplo una de las campañas militares de otro de los más grandes estrategas de la historia: Alejandro Magno.
Más de 2000 años antes de que Napoleón expandiera su imperio a través de Europa, un joven Alejandro estaba en búsqueda de construir el imperio más grande que el mundo había visto.
Cuando Alejandro llegó al trono, tenía apenas veinte años, muchos consideraron que le faltaba preparación. Consejeros y sus más cercanos generales le recomendaron ir calmadamente, consolidar su posición y fortalecer la liga de ciudades-estados griegas que se había debilitado tras el asesinato de su padre, Filipo.
Pero Alejandro hizo caso omiso, tomó Tebas y preocupó a los atenienses al grado de que pidieron su perdón, lo cual Alejandro acepto y los volvió hacer miembros de la liga. Un paso que para sus más cercanos generales fue sumamente extraño; lo consideraban un rey impredecible, atacando cuando no pretendía hacerlo, pero ahora exhibía inesperada piedad.
Pero su siguiente campaña fue aún más audaz: una cruzada contra el imperio persa, el gran enemigo de los griegos. En 334 a.C. Alejandro condujo a un ejército de 35 mil griegos en dirección a Asia menor. En su primer encuentro con el enemigo, los griegos vencieron. Los generales alabaron la audacia de Alejandro, entonces ellos esperaban un ataque directo al este sobre Persia para liquidar al ejército. Pero Alejandro confundió una vez más sus expectativas: decidió tomarse su tiempo.
Daba la impresión que estaba dando tiempo a los persas para recuperarse. Aun así, Alejandro guio a su ejército no al este sino al sur, librando ciudades locales del dominio persa. Después zigzagueó al este, y luego otra vez al sur, por Fenicia y hasta Egipto. Los egipcios detestaban a sus gobernantes persas y recibieron a Alejandro como su libertador. Éste aprovecho la situación para utilizar las bodegas de granos de los egipcios para abastecer a su ejército y privar a Persia de valiosos recursos.
Mientras más alejados de su país, los generales griegos temían de la armada persa, capaz de desembarcar en cualquier parte del Mediterráneo; ellos le habían aconsejado a Alejandro desde el inicio de la campaña, de formar la armada griega y luchar con los persas por mar y tierra, pero Alejandro ignoró su petición. En cambio, mientras recorría Asia menor, simplemente capturó los principales puertos persas volviendo inútil la armada de esta nación.
Esas pequeñas victorias perseguían, entonces, un alto propósito estratégico. Mientras el ejército persa se replegaba al este del Tigris, grandes áreas del imperio persa habían caído bajo control griego. Alejandro pasaba gran parte de su tiempo no en guerra, sino en política, tratando de ver cómo gobernar mejor esas regiones. Decidió apoyarse en el sistema persa ya existente, manteniendo los mismos títulos de los puestos en la burocracia gubernamental, recolectando el mismo tributo que los persas habían recaudado. Solo cambio los aspectos severos e impopulares del régimen persa. Pronto corrió la noticia de su generosidad y gentileza con sus nuevos súbditos. Una ciudad tras otra se rendían a los griegos sin batalla.
Finalmente, en 331 a.C. Alejandro marchó contra la principal fuerza persa en Arbela. Lo que sus generales no habían comprendido era que, privado del uso de su armada, sus ricos territorios en Egipto y el apoyo y tributo de casi todos sus súbditos, el imperio persa ya se había desmoronado. La victoria en Arbela solo confirmó militarmente lo que él ya había logrado meses atrás: que gobernaba el antes poderoso imperio persa. Él ahora controlaba casi todo el mundo conocido.
Así como puedes ver, la estrategia de Alejandro fue impecable.
Las maniobras de Alejandro Magno asombraron a su estado mayor, y la razón de que no hayan podido comprenderlo fue que Alejandro había inventado una manera completamente nueva de pensar y actuar en el mundo: el arte de la gran estrategia.
En la gran estrategia ves más allá del momento, más allá de tus batallas y preocupaciones inmediatas. Te concentras en cambio en lo que quieres alcanzar a la larga. No piensas en términos de batallas, sino de una campaña.
Para aplicarla en tu vida como emprendedor, primero debes aclarar tu vida personal, determinando que es lo que deseas alcanzar, de ahí definir la dirección en la que quieres empujar tu nueva o actual empresa. Visualízate cumpliendo las metas en glorioso detalle. Empéñate en dominar tus emociones y piensa por adelantado. Debes ser suficientemente paciente para planear varios pasos. Guiado por estas normas, podrás mantener el curso.
Alejandro era un personaje impulsivo, debido a su juventud y deseo de grandeza, pero también un increíble estratega. Una de las cualidades que como joven puedo rescatar de él, es que aprovechó su juventud para tomar grandes riesgos. Mientras más joven estés más libertad de tomar riesgos te das. Esto es una virtud que debes aprovechar de inmediato.
Cristopher Ramírez es emprendedor, escritor y motivador. Ha tenido la oportunidad de desarrollar y estar involucrado en la creación de varias empresas. Es autor de Imperio Emprendedor – Mentalidad para la Era Startup, libro centrado en dar el empujón a los emprendedores a un nivel emocional. Y busca ayudar a otros a encontrar su camino hacia la grandeza. Pueden seguirlo en Twitter.
Un comentario en “Estrategia, clave del éxito II”